Será una campaña muy dura, llena de dificultades, pero la derecha tiene la obligación de ganar en 2018
En 2017 se definirá la suerte de Colombia de cara a las próximas elecciones presidenciales en las que habrá una emulación entre la Colombia que visualizan Santos y las Farc y la Colombia que cree en los postulados del expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Queda claro que una vez el vicepresidente Germán Vargas Lleras renuncie para no inhabilitarse, el santismo se consolidará en el poder con la muy segura elección del general Óscar Naranjo como nuevo vicepresidente de la República.
Naranjo fue uno de los creadores del nefasto acuerdo suscrito entre Santos y el cabecilla del terrorismo alias Timochenko. Su presencia en el gobierno como reemplazo natural de Santos es una prenda de garantía para las Farc, organización criminal que no oculta su desconfianza hacia Vargas Lleras quien, sin duda, se ha tragado más de un sapo por cuenta de esa negociación.
Vargas tiene dos escenarios políticos: jugársela por ser el candidato continuista o, al contrario, plantear una campaña que busque recoger la insatisfacción de los millones de colombianos que no están de acuerdo con lo pactado con el terrorismo. Si su decisión es la de irse por la segunda alternativa, no la tendrá fácil pues en ese terreno tendrá que enfrentar a la poderosa coalición que existe entre el expresidente Uribe y el exprocurador Alejandro Ordóñez.
El uribismo, por su parte, tiene una obligación política e histórica con sus seguidores: ganar las elecciones presidenciales. Han sido muchas las decepciones que los seguidores del expresidente Uribe han acumulado en los últimos años. La primera, el guiño que terminó facilitando la elección de Juan Manuel Santos en 2010. Luego, en 2014, por cuenta de la obstinación y la trampa en una convención cuya transparencia se ha puesto en duda, se impuso a Óscar Iván Zuluaga como candidato presidencial. Aquella decisión fue equivocada desde todos los puntos de vista. Zuluaga armó un equipo de campaña con personas cuestionables como el caso del guía espiritual, Luis Alfonso Hoyos, quien fue el responsable de vincular al hacker Sepúlveda, con las consecuencias que son ampliamente conocidas.
No obstante, el poder electoral del expresidente Uribe se ha mantenido incólume y prueba de ello fue la histórica victoria que el 2 de octubre obtuvo el NO en el plebiscito, resultado que el presidente y Nobel de Paz Juan Manuel Santos literalmente desconoció, causándole un daño irreparable a la democracia colombiana. (Sobre este caso, puede leer “El robo de Santos”).
A Uribe se suma un aliado fundamental que se ha convertido en los últimos meses en el intérprete del sentimiento de una muy amplia fracción de la sociedad que ve con espanto cómo se han diluido los valores esenciales de la nación colombiana: Alejandro Ordóñez, quien desde su paso por la Procuraduría General de la Nación se convirtió en una suerte de faro moral, es el candidato que mejor ambiente registra en los segmentos conservadores colombianos que no siguen los lineamientos de la bancada congresional del partido azul.
Por los lados del Centro Democrático, por ahora hay 3 precandidatos: Carlos Holmes Trujillo, Iván Duque y Zuluaga quien insiste en su empeño por ser presidente de la República. A finales del año pasado en una entrevista radial, el jefe natural del CD, el expresidente Uribe no descartó que lleguen nuevos aspirantes.
Ante un abanico tan amplio, urge que en los primeros 3 meses del año que comienza la derecha colombiana se ponga de acuerdo sobre el programa de gobierno con el que buscará recuperar el poder en 2018 y sobre el nombre del candidato con el que liderará la campaña. Retrasar el proceso será nefasto y facilitará la consolidación de la coalición Santos-Timochenko para efectos de sacar adelante el llamado “gobierno de transición” (Sobre este asunto, puede leer “Orígenes del gobierno de transición”).
Será una campaña rastrera y sucia por cuenta de las falacias de las Farc y de sus aliados que buscarán, al precio que sea, encarcelar a todos sus rivales políticos a través del sistema judicial que Santos les hizo a la medida de sus exigencias. (Sobre la Justicia Especial de Paz, puede leer “Tribunal fariano de la inquisición” y “El basilisco”).
Así que la pelea será larga y dura, razón por la que la oposición debe estar preparada para enfrentar con entereza el desafío que se avecina.
@IrreverenrtesCol
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