El socialismo y la negación de la realidad
El socialismo y la negación de la realidad
Como el cualquier otro país, la gente en Venezuela se asombra e indigna por la cantidad y variedad de necedades que a diario declaran nuestros políticos socialistas, pero en un país que en medio de una prolongada bonanza petrolera fue reducido a la miseria más abyecta en apenas década y media de socialismo radical en el poder, lo asombroso e indignante en realidad es que sigan siendo socialistas tanto los políticos que desde el gobierno destruyen material y moralmente al país, como los que desde la oposición pretenden desplazarlos para, según ellos, y por casi idénticos medios, obtener el resultado opuesto.
El problema no es que los socialistas digan necedades y prometan imposibles, es su forma de pensar y no la cambiarán fácilmente. El problema es que gran parte de una población que sufre las consecuencias de esas necedades crea en una u otra forma de socialismo, contra toda evidencia. Ese y no otro es el motivo por el que en Venezuela nos debatimos entre que los socialistas que –hasta no hace mucho con apoyo mayoritario– llevaron al país a la miseria se atornillen en el poder antidemocráticamente, o sean democráticamente sustituidos por otros socialistas moderados, que para escarnio de la razón proponen hacer algo muy similar para lograr algo muy diferente.
El problema de fondo, no solo en Venezuela sino en la mayor parte del mundo, es lo popular que es hoy la negación de la realidad. Si la realidad no fuera impopular, no sería popular el socialismo en ninguna de sus vertientes.
Como la realidad de cada circunstancia puede ser una sola, la correcta percepción que de ella tengamos también. Pero las percepciones erróneas de la realidad serían potencialmente infinitas, y podrían contradecirse entre sí. Tales principios de identidad y no contradicción son parte de lo que nos permiten razonar correctamente desde tiempos de Aristóteles, y como el que dos más dos sigan siendo cuatro siglo a siglo, no son un asunto de moda ni se desgastan con los milenios.
La discusión filosófica sobre la realidad llena bibliotecas, pero a nuestros efectos se reduce a tres premisas posibles:
- La realidad existe y puede ser conocida.
- La realidad existe pero no puede ser conocida.
- La realidad no existe como tal.
La primera premisa es verdadera e impopular, las otras dos son formas de negar la realidad. Si bien la parte de la realidad que se corresponde con los sujetos, es decir, su circunstancia particular es la que realmente nos importa, ¿por qué insistir en que la realidad es una sola? Si pudiéramos ir con la corriente relativista de moda y llamar realidad a la circunstancia. Pudiéramos, pero mentiríamos, pues como es verdad que 2 + 2 = 4, y falso cualquier otro resultado, la verdad es relativa a la realidad en cada circunstancia. Casi nadie niega la realidad matemática en la medida que la matemática es una abstracción, pero muchos reclaman que al darle identidad real a lo que se está sumando tal realidad matemática se hace relativa. Y claro, se hace relativa a lo que se nombra, enumera y suma, pero eso no hace que el resultado de 2 más 2 sea diferente de 4. Relativo no significa lo que pretenden tales relativistas, que toda opinión sea igualmente valida y “relativamente” verdadera. Aplicando semejante relativismo a cálculos estructurales de un puente (donde los números efectivamente representan partes mensurables de la realidad objetiva) la siguiente pregunta sería: ¿los muertos resultantes del colapso estructural estarían relativa o absolutamente fallecidos? Y admito que nadie propone todavía que se aplique al cálculo estructural en ingeniería al pensamiento mágico que la mayoría pretende que se aplique al cálculo del presupuesto nacional y las políticas públicas. Pero ¿qué les hace pensar que si la magia no funciona para lo uno funcionará para lo otro? ¿Por qué las personas parecen empeñarse en rechazar la realidad? ¿Por qué ese falso relativismo es, en general, popular?
Tal vez es porque la realidad es compleja y nuestra capacidad, no solo de comprenderla sino incluso de percibirla es limitada. Lo que observamos depende de nuestra perspectiva, si vemos una torre en campo abierto apenas observamos la mitad, y si la planta visible fuera media circunferencia, concluiríamos que la oculta completará el círculo. No es caprichoso: la simetría es común en la naturaleza, por lo que si la planta de la mitad que no podemos ver fuera la cuadrada, quien observara desde el punto exactamente opuesto al nuestro supondría que está ante una torre cuadrada, mientras que quien se encontrase perpendicular vería que es mitad circular y mitad cuadrada, y supondría acertadamente que la parte que no ve sería igual. Cuando observamos con atención podemos quedar fácilmente perplejos ante los errores a los que llegamos con la observación superficial.
La observación tiene límites como la perspectiva y la experiencia. Pero para la mayoría de nuestros contemporáneos es fácil decir que la planta de la torre es “relativa” ¿Relativa a qué?, deberíamos preguntarles, pues dicen que es “relativo” para decir que no es real, lo que es falso pero fácil.
La mentira casi siempre es fácil mientras no se consideren las consecuencias que se pueden predecir y las que no. Pues la mayor necedad es negar que todas llegarán como lo que son: consecuencias. Los venezolanos vivimos en la escasez de alimentos y medicinas, azotados por la delincuencia y con una infraestructura colapsada, porque nuestros gobernantes intentan algo que jamás ha funcionado y jamás funcionará, el socialismo. Que todavía existan suficientes venezolanos que crean en una u otra forma de socialismo como para que casi todos nuestros políticos todavía sean socialistas es una excelente muestra de lo difícil que es aceptar la realidad.
Por:panampost.com Articulo AGO 8, 2016,
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