La extrema izquierda liderada por Petro, esa misma que hundió a Bogotá, está empecinada en tumbar al alcalde Enrique Peñalosa.
A la registraduría llegaron más 660 mil firmas recolectadas por un comité de extrema izquierda que pretende iniciar un proceso de revocatoria del mandato del alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa.
Los niveles de impopularidad de Peñalosa son ostensibles. Desde que asumió la administración capitalina, se ha visto obligado a tomar decisiones impopulares, para lograr sacar adelante la reconstrucción de una ciudad azotada en todos los niveles.
La infraestructura reflejaba un retraso manifiesto y las finanzas estaban perfectamente descuadernadas. Peñalosa tenía que poner la casa en orden y aquel procedimiento claramente iba a generar rechazo en un amplio sector de la ciudadanía.
Peñalosa es, de lejos, uno de los peores políticos de Colombia, un pésimo comunicador, arrogante y distante. Pero a él no lo eligieron para ser simpático, ni locuaz, ni mucho menos para que hiciera reír a los bogotanos. Las 906 mil personas que votaron por Enrique Peñalosa lo hicieron con un objetivo básico: rescatar a Bogotá del hoyo oscuro en el que fue introducida durante las nefastas alcaldías de izquierda.
La pesadilla de Bogotá se remonta al año 2003, con la elección de Luis Eduardo Garzón. Durante aquel mandato, empezó el saqueo de la capital; los Nule y demás contratistas corruptos se consolidaron como los cerebros de la corrupción, operación que se consolidó y profundizó durante la era de Samuel Moreno y su secretaria de Gobierno, Clara López, cuyo esposo, el entonces concejal Carlos Romero, también estuvo involucrado en el denominado carrusel de la contratación (Sobre esta historia, lo invitamos a leer “El Tejemaneje de abril 27”).
Samuel Moreno y su hermano, el exsenador Iván Moreno, resultaron condenados luego de que la justicia los hallara culpables por distintos delitos relacionados con la corrupción.
La corresponsabilidad que aquella empresa criminal que se montó en Bogotá le cae íntegramente a la izquierda en general y al polo democrático en particular.
Durante los 4 años de gobierno local de Gustavo Petro, a la corrupción rampante de la izquierda, se sumó un elemento nefasto: la demagogia y la promoción del odio.
El abuso del poder durante la alcaldía petrista fue evidente. A través del canal de televisión público –canal capital-, el gerente de esa entidad, el hoy concejal Hollman Morris, estableció una policía política que perseguía a todos aquellos que se atrevían a criticar a Petro (Sobre este caso, le recomendamos leer “La Stasi de Hollman Morris”).
Petro promovió una política de odio, de lucha de clases, de polarización entre unos y otros. Intentó fraccionar para siempre a la sociedad y valiéndose de un discurso demagógico, convocando a un sector de la ciudadanía, pisoteó la institucionalidad, poniéndose por encima de la ley.
De manera abusiva, y contraviniendo las normas legales, Petro tomó decisiones administrativas que se constituyeron en un monumental detrimento patrimonial, razón por la que la contraloría distrital le impuso una multimillonaria sanción que supera los $200 mil millones de pesos.
Durante la Bogotá humana de Petro, el odio, la confrontación entre clases y el robo fueron los grandes protagonistas.
El descalabro de la capital movió a que los electores tomaran una decisión fundamental: sacar a la extrema izquierda del poder para efectos de poder reconstruir a la ciudad.
Peñalosa, que había hecho una muy buena alcaldía entre 1998 y 2001, se erigió como una tabla de salvación.
Revocar a Peñalosa constituiría un error de consecuencias irreparables para Bogotá. Abrirá la puerta para que la izquierda corrupta y promotora del odio retome el control de la capital colombiana.
Bogotá necesitaba ser sometida a un tratamiento de choque, requería de un gerente que adoptara decisiones difíciles de comprender y de digerir. Peñalosa no está pensando en el aplauso del momento, ni en el registro positivo en las encuestas; su visión está puesta en la Bogotá del futuro, esa ciudad que debía ser sometida a una dolorosa pero necesaria cirugía.
El proceso revocatorio parece irreversible. De un lado estarán quienes son estimulados por el odio que encarnan Gustavo Petro y Hollman Morris. Al frente de ellos, se encuentran los bogotanos que no pueden olvidar la pesadilla que padeció su ciudad durante los gobiernos corruptos de Luis Eduardo Garzón, Samuel Moreno, Clara López y Gustavo Petro. Por el bien de la capital, más vale que la razón sea capaz de derrotar al populismo de extrema izquierda.
Publicado: abril 4 de 2017
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